LUCHA DE CLASES 2.0.

Hoy día, vivimos en una intensa y continuada superposición de innovaciones disruptivas. De hecho, la transformación tecnológica se ha convertido en el objetivo prioritario de muchas organizaciones que buscan nuevas ventajas competitivas, enfrentándose al reto de vivir en el cambio permanente. El resultado de esta nueva realidad es una intensificación exponencial de la presencia de tecnología en el día a día de las organizaciones y en la vida de las personas.

Ciertamente, la presencia creciente de tecnología es innegociable, por eso cabe preguntarse si esta situación puede desembocar en una deshumanizando de las organizaciones: ¿está causando la tecnificación su progresivo empobrecimiento? ¿Existe un riesgo real de desplazar el centro de gravedad de las personas a las máquinas?

La tecnología puede y debe servir para mejorar la vida de las personas y contribuir al éxito de las organizaciones. Por eso, personas y máquinas estamos condenados a entendernos y nuestra coexistencia, lejos de una nueva lucha de clases, ha de plantearse en términos de complementariedad. Es el reto People friendlytechnology en el que cada persona individual, y cada organización, debe esforzarse por desempeñar un papel protagonista.

La tecnología puede y debe servir para mejorar la vida de las personas y contribuir al éxito de las organizaciones

Pero este objetivo no se consigue por arte de magia. Hace falta un trabajo consciente; un esfuerzo continuado orientado a encajar las piezas del puzle. Las personas no podemos competir con la tecnología en cuestiones como, por ejemplo, la captación y el análisis de datos, o en lo relativo al cálculo numérico. Y, poniendo el foco en la otra cara de la moneda, tampoco sería lógico que los responsables de la gestión organizacional pusieran en manos de algoritmos todas aquellas cuestiones que, desde una perspectiva humanística, exceden las capacidades de la inteligencia artificial.

Como ha quedado señalado, la transformación tecnológica de las organizaciones ha de ser un modo de vivir, de enfrentarse a la realidad de su día a día. No se trata de resolver situaciones puntuales, o retos concretos, se trata de aceptar que el cambio permanente es el nuevo contexto en el que hay que hacer realidad el propósito organizacional.  Lograr este objetivo puede resultar complicado y, por esta razón, es ineludible una decisión firme y consciente de mantener un enfoque estratégico basado en la centralidad de las personas.

De hecho, este planteamiento se presenta como el único modo de mantener un rumbo acertado entre los vaivenes del actual contexto de disrupción tecnológica permanente. Indudablemente, se trata de un reto apasionante que no por difícil tiene que ser necesariamente complicado. Basta con tener claros y ser coherentes con algunos principios fundamentales. ¿Cuáles son esos principios básicos que aseguran la coexistencia pacífica, y de mutuo enriquecimiento, entre personas y tecnología?

1º. La resolución de dilemas éticos sólo puede llevarse a cabo con acierto a través de la conciencia humana.

2º. La toma de decisiones, aunque apoyada en la información y el análisis que puede ofrecer la tecnología, especialmente la inteligencia artificial, ha de circunscribirse al ámbito de responsabilidad de las personas.

3º. El equilibrio emocional y, en consecuencia, el bienestar de las personas, se construye a partir de las relaciones humanas por lo que no sería adecuado reemplazarlas por interacciones con herramientas ajenas a este ámbito.

Desde mi punto de vista, respetando estas tres reglas de oro, se garantiza un contexto adecuado para lograr la necesaria centralidad de las personas, reservando para ellas lo que les es propio, mientras se potencia al máximo la aportación de las herramientas tecnológicas en el resto de ámbitos de la actividad organizacional.

Prof. Dr. Cristóbal Táuler San Miguel